A lo mejor no es el momento más apropiado, quizás las cosas estén en marcha como nunca antes, que todo esté cambiando, que empiece a funcionar...Estos puntos pueden llegar al infinito, dar la vuelta y perderse por dónde ustedes piensen.
Subí a éste carro sin que nadie me invitara, de motu propio, haciendo mía la causa y después de muchos años de observar el devenir de las cosas, de las gentes, de la vida.
Subí a éste carro a gastar las últimas esperanzas en mejorar un poco, cuando apareció un atisbo de democracia real en nuestro desdibujado horizonte. Tenía unas hijas por las que luchar, las sigo teniendo; pero las circunstancias han variado notablemente. Mis hijas están en momento de emancipación, la sociedad que hemos creado se lo impide. Esta sociedad tan nuestra, tan siniestra.
Me movía en aquellos días por subvertir el modelo educacional que habíamos consentido para nuestros hijos, después de haber sufrido en carne propia, los desastres de una educación católica y fascista. No quería que las cosas siguieran siendo lo que habían venido siendo y creí que aquel era el momento más propicio.
Devenires del destino me situaron a las puertas de una Sanidad Pública que nos estaba siendo arrebatada, con nocturnidad y alevosía. Ya sabrán ustedes de la movida impulsada por el PP a nivel nacional y que, aquí en la Región de Murcia se hizo notar especialmente en el Área II, a la que corresponde Cartagena. En aquellos momentos contábamos con 2 hospitales y lo pongo con números para que vayan aprendiendo a restar. Se nos prometía un nuevo hospital, a todas luces innecesario, contando con espacio más que suficiente para dar servicio a los usuarios del Área II. Se licitaron las obras, se le otorgó a una empresa privada la construcción y la gestión del hospital nuevo y, por arte de magia se nos cerró uno de los hospitales; el Naval, ante la pasividad de nuestra querida ciudadanía que siempre aspiró a sacar un poco más de barriga, aquello de tener un hospital nuevo, molaba mogollón. Así las cosas, no tardaron en desmantelar el segundo de los hospitales, el Rosell. Asistimos a toda una puesta en escena por parte de los más cabreados por ello, entre los que se escondían quienes simplemente pasaban por allí y los que siempre quisieron sacar algún tipo de rédito de todo ello. Mientras tanto, algunos seguíamos reclamando, dejando nuestras vidas en segundo término, todo por el bien general. Este “general”, siguió sin atender a las razones que la propia evolución de los acontecimientos les iba poniendo encima de la mesa, así, hasta el día de hoy.
Hemos malgastado gran parte de nuestro tiempo y energías, de nuestras neuronas y nuestro dinero en mantener ésta lucha y, a ésta lucha, se le han venido sumando causas justas infinitas, en un mundo en el que la justicia anda desaparecida. Y no, no hablo de la Justicia con mayúsculas, esa que debe ser impartida por tribunales de los que tenemos unos cuantos; hablo de la justicia de andar por casa, la de cruzarse en la calle con propios y extraños; el pan nuestro de cada día. De esa, tampoco hay ni asomo.
Desembocamos en el momento que nos toca, se alzan voces en distintas gargantas hartas de engaños, de andar tragando veneno, de soportar estoicamente los sucesivos chaparrones de miseria a que nos exponen nuestros poderes superiores (¿?).
Nos hemos metido en el lodo del Mar Menor, en el sumidero de una Región podrida desde su origen, desde sus más altas esferas. Así nos luce el pelo.
Ya hace algún tiempo que vengo pensando en otras cosas, ando algo distraído, o no atraído por lo que se cuece a mi alrededor; digánme ustedes lo que quieran; pero creo tener motivos suficientes para ello y si no los tuviera; me importa una mierda, a mis años, tengo que mirar otras cosas, tengo que vivir el tiempo en presente, buscar la esperanza más cercana y todo lo demás, me queda lejos. Comprenderán que, siendo miope, como soy; mis aciertos son cada vez menos y más mis fallos. Una cosa tengo clara, subí por que me dio la gana a éste trasto que nos mueve, por el mismo motivo, me bajo en la próxima.
Ha sido un placer.
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