Si todo lo humano tiene un principio, amén de nuestra predisposición genética a cumplir con esta norma universal, somos sísifos atados a la piedra, a través del polvo que significamos.
Cada inicio, por definición, es distinto (aunque las coincidencias existen). En una dilatada vida humana, la cantidad de inicios es abrumadora.
Retomando el encanto, cantando a Canteras, redirigiendo los pasos, midiéndolos milimétricamente. El último inicio, el que acaba de sorprendernos en el paso apenas dado; se empieza a gestar desde muy atrás, poniendo en el deseos y esperanzas, ilusiones, expectativas.
Los primeros pasos, suelen ser balbuceantes, casi forzados por la corriente que nos atraviesa. Pasos que acercan a lo cercano; que no es el hombre, en su humana esencia, de grandes saltos. Así, nos acercamos, sin terminar de abandonar el espacio conocido; nos vamos regulando, adaptando, contemplando, contactando…
...Y, el principio está hecho; ha comenzado y sonríe con pícaro gesto, ante esta mirada mía absorta, como tantas otras veces.
Se hace necesario reubicarse, tomar conciencia del espacio, el tiempo, las gentes, las contingencias sobrevenidas o subllevadas, también nos trajimos las viceversas.
Esta mañana que aún se está cociendo, el reloj corporal suena puntualmente (cuando le da la gana), te obliga a poner pies en tierra, te exige comenzar, a pesar de tu incredulidad. A la calle!!! Si es noche aún, apenas el alba se intuye. La brisa, de risa, da risa y te mueve; a buscar el lugar exacto, la posición correcta, esa dirección única. La vista busca luces en la oscuridad, luces que lucen lejanas, que te atraen desde su eternidad y te empequeñecen. La Luna contempla su anillo complaciente, donde se ha posado una estrella para enriquecerlo. El astro ufano se mece en la noche, se redondea y se dibuja sobre el infinito; ha alcanzado la belleza a la que ningún ser humano podrá llegar nunca.
El letargo iba por barrios, por casas, por ciertas e inciertas circunstancias y egos; para alguien largo, para otros breve. Para poner en marcha toda la maquinaria humana que somos, nos costó lo suyo, lo nuestro, y lo un señor de Cuenca que no se que pinta en esta historia.
Para cuando la máquina empieza a operar, los confines del universo se estremecen; los sinfines del pluriverso intentan recolocarse las faldas y a lo loco suenan las fanfarrias del inverso.
Mandan los tiempos, mandan las razones que evidencian nuestros pasos; a veces, dos y dos, son más o menos de cuatro. Sumamos o restamos, que de restar veníamos, cualquier alteración es posible, cuando lo imposible es lo habitual, compañero de viaje.
Camino a las canteras que dan nombre al barrio y no faltan las razones para ello, el viento hacía la puñeta, o lo intentaba. (No hay quien pueda, con la gente marinera, ni con la de León, ni con Polonia, ni Argentina). Los pasos fáciles no existían, o los tenían muy bien escondidos; los cortes en vertical incrustaban la piedra de tabaire en el cielo azul de una mañana fría, de las poco usuales en Cartagena. Los romanos, debieron ser muy ordenados en el corte de la piedra; los que vinieron más tarde muy desordenados a la hora de acercar basuras y escombros a la zona. Debiera ser un santuario a la labor de culturas pasadas, de nuestros ancestros, los que quisieron darnos un futuro mejor a todas las personas; pero no respetamos nada y gracias a que es piedra lo que dejaron. Piedra a la que el tiempo ha ido dotando de vida propia; los accesos vedados por todas partes, casi imposibles para una persona en condiciones normales. Las compas no son normales, sino supranormales. Jabatas irreductibles ante la adversidad más adversa, doblegaron todos los obstáculos que les surgieron al paso. Quizás la sonrisa era su arma sorpresa, quizás el tesón, quizás el equipo humano que hemos ido generando; paso a paso, paseo a paseo, encuentro a encuentro.
Admirables en medio de la admirable majestuosidad de las piedras que parecían mostrarles todo su respeto; ahora sí, reversible.
De prisa para el “cosido”; no hay olla para tanto chorizo. Esto me lo cuece usted allí, esto otro en la otra punta; espacio hay, ollas no, los fuegos pobres a los que todos animábamos con nuestra mirada. La visita de Alberto y Ana con sus niñas; que dulzura de niñas. El mimo, el payaso, la risa, las gentes que hacen de todo y valen para más. La visita de Concha siempre activa activista activante. Wuaaaaaaaaaaapiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!
El cosido tarda lo que le da la gana, como siempre los elementos de un bando y de otro bando, las cucharas en ristre por una parte. Hízose la sopa y fue vertida y divertida, sorbida y aclamada; a pesar de errores de cálculo, de cazos, de hambre.
Mesa, sobremesa, círculo sobre círculo y experiencia transversal compartida. Se consensuó el cosido, se experimentó el postre, se recogieron las olas de abrazos y de sonrisas abiertas.
La Luna ya estaba dormida, ausente a la vista, recatada ella en sus aposentos.
Deprisa la risa y la terapia compartida, también transversal, común y corriente que te lleva. De las mentes pensantes y las manos contactantes, a las caricias, la tan necesaria comunicación. Cerramos el día y pasamos a pensar para adentro; creo que muy profundamente.
Se nos apareció la mañana, tras un anuncio de churros y chocolate; waw!! Joaquina nos dio un gusto inesperado; levantarse al fragor del chocolate y las porras, de las sonrisas y los abrazos. Afuera, la ciclogénesis de la paya Elena que agitaba las ramas de los árboles y las antenas y los pelos y las ropas y los mocos y los muchos.
Con la aceptación del probable cambio en cualquier momento, iniciamos los planes previstos de ponerle cara al viento y pies a la tierra, de hacer camino, nuevo o usado; que más da? Allá partieron nuestras huestes en pos de la conquista de los espacios escarihuélicos. Empezaron a sucederse los cambios y pronto nos tuvieron que dejar Isra y Mar; Elena se quedó a pesar de que no nos hacía falta alguna. Comenzábamos a vislumbrar gran parte de la comarca, donde los cartagineses fueron recibidos por los mastienos; quienes recibirían a éstos últimos? Elena más presente a cada paso, evitábamos las crestas; pero las Escarihuelas son eso precisamente. Mila se vio por los suelos, ante la fuerza de Elena que la había tomado con ella. Y un nuevo cambio; la ruta preestablecida nos pareció peligrosa, sin atrevernos a pensar que la que abríamos, podía serlo infinitamente peor. El descenso se hizo penoso, costoso, y muy muy, ventoso. Menos mal que no llegó a asqueroso.
Los autoprometidos pasos dirigidos a la venta Ramirez hubieron de ser cortos, cuidando la integridad física del proyecto; reconsiderados en diversas ocasiones y por el mismo motivo; habíamos perdido la senda principal, acceder a un nuevo camino se nos hacía imposible; pero avanzábamos en la dirección correcta.
Después de hacer más kilómetros que Induráin, llegamos a la venta; atestada como estaba, tuvimos suerte de que Mar se nos había adelantado y teníamos mesa reservada. Algunos suspirábamos por la cerveza; pero había quienes, aún suspirando por ella, no renunciaron al café calentico, así que hubo para todas; el camino de vuelta se nos simplificó sobremanera con la ayuda de Mar convertida una vez más en la transportista del grupo. En dos viajes, nos colocó a todos de vuelta en el albergue. A Iwona y al que transcribe, nos recogió en el camino de vuelta, antes del punto elegido para el reencuentro, antes de la cuesta que tanto cuesta.
Aquí no para nadie, ni para tomar aliento; las primeras que regresaron ya se afanaban en preparar los ingredientes para el arroz que teníamos previsto. Vuelta a las ollas, la paellera se revelaba insuficiente a primera vista; se nos habían añadido cuatro comensales más, una representación de La Huertecica, con Alfonso y Lourdes; pero un arroz es un arroz, lo hagas donde lo hagas. Antonio y Carmen hicieron acto de presencia muy poco después y no dispusieron de tiempo para engancharse a la cocina. Se freía, se cocía, se pelaba, se troceaba, se lavaba; en un ritmo al que no llegaban nunca ninguno de los fuegos de los que disponíamos y yo con mi ramica de tomillo bendiciendo la pitanza.
A pesar de los muchos pesares y de que hubo que repartir entre dos fuegos, dos ollas y todo el repertorio de carnes, caldos y verduras; el arroz salió bueno, muy bueno que dirían los comensales.
Tan escabrosa resultó la excursión, como la preparación de la comida que le siguió; pero ambas, cedieron a nuestro empeño.
Cumplidas nuestras expectativas para el PRIMER RETIRO RECREA, poco quedaba por añadir, las fuerzas y las ganas, se habían empleado a fondo. Apenas pudimos concretar un nuevo retiro, para más adelante; salieron a la palestra los posibles lugares a los que podíamos recurrir.
Se puede hacer cosas siendo flexible, incluso más de las que se hacen por mantener una rigidez que nos constriñe y molesta. Así hemos desarrollado esta primera experiencia de retiro; creo que la lección más importante que ha quedado explicitada, ha sido la colaboración; no dejamos atrás el buen humor, el buen rollo entre las personas y ante las situaciones difíciles. Difícil de superar la voluntad de las personas como Feli y Mila, que han sido un ejemplo para las demás en todo momento, en toda situación. Los demás, hemos estado disfrutando, creo que todas hemos disfrutado a pajera abierta de la proximidad, del contacto, de la palabra amable, de la risa, del chiste fácil, de lo divino de la humanidad que encerramos y que asoma en el brillo de los ojos, aún cuando se nos ponen las cosas (como Elena) en contra.
El viento nos puede tumbar, como la vida; pero hemos aprendido a levantarnos.
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Canteraspublicada el ( 9 feb 2019 ) por Mariam |
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