Y llovió, aquel lunes llovió y tu mano agarró fuerte mi mano, la tristeza se reflejó en tus ojos, en la triste mueca de tu boca fingiendo una sonrisa, mientras, yo, escondía la mía tras la alegría de poder estar ahí, junto a ti, a tu lado, mientras mi mano sentía la presión de la tuya.
La lluvia no consiguió borrar la sonrisa de satisfacción que me suponía estar ahí junto a ti.
Tres meses después te arrancaron de mi vida, tres meses después ya no había motivo para ser feliz, para reír, para sonreír, tres meses después desaparecimos, de ti no quedó más que el recuerdo, de mi otra distinta, otra diferente, otra que ha sobrevivido a lo que jamás ninguna madre debería sobrevivir, he sobrevivido al amor de mi vida, a mi razón de ser y estar, he sobrevivido siendo otra diferente a aquella que alguna vez fui.
Ángel García Maciá estuvo allí y captó tu tristeza y mi mezcla de tristeza y alegría, captó tu mano apretando la mía, gracias Ángel por inmortalizar aquel momento.
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