-Quiero comprar marihuana -le dice Martín, un joven de 20 y pocos años
-Sí, primero ponga el pulgar -le responde señalando el lector
La máquina lo reconoce como uno de los inscritos ante el Instituto de Regulación y Control del Cannabis.
-¿Cuál quiere, Alfa o Beta?
-Dame de las dos entonces
El joven paga 187 pesos, unos seis euros, por cada paquete. Esos diez gramos en total es el máximo que puede comprar por semana. Al salir la cara le explota de felicidad y a las risas le grita a un par de amigos que lo esperaban: "¡Vamos nosotros!".
Desde la mañana de hoy la escena se repite una y otra vez. Por momentos el sistema se cae por la alta demanda y la cara del farmacéutico se transforma en puro nerviosismo. Los clientes en cambio lo toman con calma, la alegría de vivir un día histórico les da unos minutos extra de paciencia. Algunos se van desilusionados sin poder comprar pero dicen que volverán a intentar más tarde o en otra farmacia. Se recupera el sistema y continúa el desfile de personas comprando los cogollos.
Daniel y Beatriz son marido y mujer. Dos veteranos con hijos ya adolescentes que se registraron un mes atrás y hoy acudieron entusiasmados a una de las 16 farmacias del país que venden la marihuana, apenas cuatro de ellas en la capital Montevideo. Daniel, abrigado hasta los dientes con gorra y bufanda, no disimula su alegría y está convencido de que "con esto se le va a sacar gran parte del mercado al narcotráfico".
Ese fue el objetivo inicial por el cual el ex presidente José Mujica decidió en 2013 poner en manos del estado todo el proceso del mercado de la marihuana, desde la producción hasta la venta.
Beatriz compró cinco gramos de cada variedad. Quiere probar ambas y ver "cuál pega más". Se registró, aunque no está de acuerdo. "¿Por qué me tengo que registrar? Además, el mecanismo es complicado porque tienen todos tus datos cuando no estamos haciendo nada ilegal", dice. Sin embargo, prefiere mirar "la foto grande" y asegura que el malestar de registrarse a regañadientes se compensa con la felicidad de poder comprar marihuana.
Pero a fin de cuentas el mayor argumento es el precio. "De todos los mecanismos es el más barato, además intenté plantar varias veces y nunca me salió flor así que acá lo tengo seguro, barato y de calidad. ¡Hasta con el logotipo del gobierno!". Además, del icono del órgano regulador, cada envoltorio tiene recomendaciones de uso y la fecha de vencimiento -diciembre de este año-.
La calle Colonia es angosta, de un solo carril. Los autos pasan y tocan el claxon. Algunos gritan frases variadas, todas ellas con "el porro" como denominador común. En la fila de una veintena, en su mayoría jóvenes, sólo se habla de la marihuana. Es un clima de fiesta acompañado por los aplausos cuando alguno de los compradores sale y muestra su bolsa de cogollos.
Camila tiene 24 años y estudia Administración de Empresas y es otra de las 4.959 personas que se registraron para comprar la marihuana del Estado. Sale de la farmacia con una sonrisa de oreja a oreja. Le dice que sí a todo lo que piden los fotógrafos. Posa con la bolsa de cogollos, la abre, saca una de las flores, la huele, se ríe, intenta hablar pero tartamudea, dice que está nerviosa y se disculpa, vuelve a reír y finalmente grita: "¡Qué rico!".
Al igual que Beatriz, Camilia tiene sentimientos encontrados. Sigue convencida y le rechina tener que dar sus datos para poder comprar. "¿Acaso los que compran alcohol están en algún registro? No, para nada". Pero está segura de que "es un gran avance y dentro de poco se irá normalizando". Es estudiante, pero además dice ser una trabajadora ejemplar en su empleo, al cual jamás ha llegado tarde y tampoco le ha afectado el hecho de ser una fumadora diaria. "¿Cuál es el problema? Ninguno y está bueno que se desmitifique, que se deje de creer que andamos drogados todo el día. Funcionamos igual que cualquier persona, trabajamos como todos y nada más".
Daniel, un hombre de unos 40 años con tupida barba y una melena que asoma las primeras canas, también compró sus cinco gramos. Viajó 37 kilómetros desde la localidad de Salinas, en el departamento de Canelones, porque entre las pocas farmacias dispuestas a vender no había una sucursal más cercana. Está eufórico y dice que no le importa haber pasado sus dedos más de tres veces porque el lector no lo registraba. "¡Sabés cuánto esperé por esto!", grita mientras agita su bolsa. Pero ya piensa en su próxima compra y piensa en lo molesto de viajar una hora hasta Montevideo y espera que el sistema se vaya perfeccionando.
Sólo 16 farmacias para los 19 departamentos del país es muy poco. Incluso hay localidades enteras donde no llega la droga ya que cuatro farmacias están en Montevideo, dos en Canelones y otras dos en Paysandú. Mientras la noticia recorre los medios del mundo, en el gobierno uruguayo se mantiene la cautela y el silencio. Sobre las 00.00 horas uruguayas apenas se divulgó el listado de las farmacias habilitadas y nada más. Ni siquiera en el portal digital se comunicó el hito histórico. Aún no hay cifras de la cantidad de compradores, pero en las farmacias durante las primeras horas el ritmo ha sido constante, según los trabajadores de la farmacia.
Entreverado en la fila se aparece un veterano de 64 años. Tiene gafas redondas y grandes, la boina que le cubre la pelada del frío invierno montevideano y los bigotes amarillentos que delatan años de fumar. También está registrado y compró sus diez gramos de marihuana. Pasó su huella y al salir de la farmacia se emocionó. Con un grito atragantado entre lágrimas gritó.
-¡Sí! ¡40 años esperando esto! ¡Vamo' a fumar!
Las decenas que hacían fila lo aplaudieron mientras el abuelo agitaba los brazos.
-¿Se imaginó comprar marihuana en una farmacia?
-No, jamás. Tengo tres amigos que cayeron presos hace años por fumar un porro. Era "narcotraficantes", según la Policía.
-Y ahora usted la consigue así.
-Te digo algo. Te juro que pensé que no lo iba a poder ver pero acá estoy. ¡Me voy a fumar la marihuana oficial!
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